Estaba decepcionada de sí misma, siempre se había creído una persona fuerte y no entendía, ni tampoco aceptaba que se pudiera sentir triste; es importante saber que, hacía un mes se había muerto su marido.
María, más jovencita, se sentía fracasada por no ser del todo feliz y la culpa de estar haciendo algo mal, por no lograr tener un mejor salario y ser más exitosa en sus relaciones, la obsesionaba.
¿Hay exigencia de felicidad?
Absolutamente, y en esta sociedad consumista la ilusión de comprar la felicidad hace que se venda de manera irresponsable.
- Si tu vida no es de lo más “guai”, debes preguntarte qué estás haciendo mal.
- Si tus deseos no se han convertido en realidades, no te bañas en oro como tío Gilito, eres princesa sin príncipe, o no te han dado el Nobel en tu especialidad, puede que se deba a que no te has concentrado suficientemente o no eres bastante persistente.
- Tu riqueza, éxito, salud, depende de tus actos, no existen cosas tales como la precariedad laboral, la injusticia social, la desigualdad de oportunidades,…
- Si no eres del todo feliz, es tu culpa, y hasta quizás los demás se te aparten por considerarte tóxica.
- Si tienes percances, cosas así como que te han robado el bolso, tu padre ha enfermado de Alzheimer o al vecino de arriba se le olvidó cerrar el grifo, es porque no estás en la vibración adecuada, debes “elevarte” “vibracionalmente” hablando, para que así dejen de sucederte tales eventos y poder atraer lo positivo de la vida, del universo, del cosmos. La gravedad del percance pone la medida de la baja vibración en la que estás y te indica tu ineptitud para manejarte en la vida con éxito.
La felicidad banalizada
Parece exagerado, pero hay una corriente de pensamiento y presión social en esta línea. La vida ha de ser como las imágenes happy que se cuelgan en facebook e instagram, la felicidad adquirirse como quien compra una smartbox y los libros de autoayuda la pócima “curalotodo”.
El concepto de felicidad que se maneja en la actualidad banaliza algo que es muy importante. Hace referencia a una actitud superficial ante la vida, a algo vacuo que se llena desde fuera, antes confundido con tener, “soy lo que poseo” y últimamente con consumir experiencias, “soy lo que hago”
El riesgo reside en que nos convirtamos en impacientes instalados en el “ya”, ajenos a los procesos, individualistas y poco solidarios.
Las emociones no son buenas o malas
Algunas personas se culpabilizan o se sienten fracasadas por tener lo que se denomina erróneamente “emociones negativas”. Toda emoción tiene su función aunque nos haga sentir malestar emocional. Catalogarlas como positivas o negativas añade un juicio de valor que las califica como buenas o malas.
La señora que ha perdido al marido se siente triste porque deberá aprender a vivir sin él y la tristeza, si no es patológica, facilita este aprendizaje.
La culpa, si no es parásita, nos ayuda a reflexionar sobre nuestros actos y sus consecuencias.
La rabia, una de las más denostadas, nos puede permitir alcanzar objetivos décadas más tarde de haber sido generada. ¿Conocéis a algún/a coleccionista de títulos universitarios que cuando era estudiante de secundaria algún docente le dijo que mejor se fuera a hacer estudios de formación profesional ya que no tenía capacidad para estudiar?
El término felicidad se ha pervertido, se ha ido llenando de conceptos que han desvirtuado su esencia. Quizás nos podamos plantear hablar de “bienser”, de la familia del “bienestar”, antes de que este término también se corrompa.
Dolors Canal, Aidar Psicologia