Entramos a este mundo llorando, ¡mal si no es así! Y el primer llanto del recién nacido es de los pocos que suele generar felicidad en quién lo escucha. Ayuda a la función cardíaca y respiratoria, y recordando a Charlotte Brontë, llorar no indica que eres débil, implica que estás vivo.
¿Cómo se interpreta la acción de llorar?
La sabiduría popular en forma de refraneros y frases hechas a menudo nos conecta con todo aquello con lo que hemos sido impregnados culturalmente y de lo que no nos resulta fácil deshacernos.
Así, el dicho popular nos recuerda que “El que no llora no mama” y aunque se acepta racionalmente que el llanto es una poderosa herramienta de comunicación del neonato, suele incomodar e incluso desesperar al entorno que no siempre atina a entender la necesidad o demanda de este. Los llantos del bebé son todo un lenguaje del cual los receptores interesados no siempre conocen los códigos.
Y siendo uno más mayorcito cobra protagonismo el mensaje “Los niños no lloran”, por suerte cada vez menos frecuente. Y no es que las niñas se libren, sino que el refranero se ensaña con más contundencia con el género masculino. Llorar queda connotado negativamente, queda asociado a debilidad, y el proceso de represión se pone en marcha, sea para no identificar la emoción o para no expresarla. No sea que nos vean vulnerables.
A medida que uno cumple años la cosa empeora con “Quien bien te quiere te hará llorar”, que tantas veces ha justificado el horror de la violencia machista.
Llorar lleva asociados todo un conjunto de comportamientos complejos con implicaciones neurológicas, biológicas y psicológicas. Las lágrimas van acompañadas de vocalizaciones, respiración y musculatura facial asociada, así como de una experiencia emocional subjetiva y con función social. “Llora lágrimas de cocodrilo”, nos habla de una función social en la que predomina la manipulación.
Sin embargo, cuando el llanto es auténtico invita a la ayuda, o a poner fin a una situación
¿A qué saben las lágrimas?
Llorar es el acto de derramar lágrimas, pero ¿a qué saben las lágrimas? Podemos distinguir principalmente entre dos sabores: en el primero estarían comprendidas las lágrimas basales, que mantienen húmedo el ojo, y las reflectivas, que derramamos cuando pelamos una cebolla; y en el otro sabor estarían las lágrimas emocionales. Estas tienen otra composición química, contienen o en mayor cantidad, cloruro de potasio, manganeso, así como hormonas como la prolactina, adrenocorticotropina y la leucina encefalina un analgésico natural.
Llorar nos puede ayudar
Las lágrimas curan las heridas del alma, se ponen al servicio de la regulación emocional, expulsando fuera del cuerpo sustancias químicas. La hormona adenocorticotropina ayuda a liberar el estrés y la ansiedad; la leucina–encefalina disminuye el dolor; y el manganeso, está asociado a la depresión crónica.
Pero, si es así, ¿por qué lloramos también de alegría? Cuando la emoción que nos embarga es intensa y nos abruma, las lágrimas ayudan a atenuarla, a mantener el control para que ésta no nos desborde.
Así mismo, las investigaciones parecen apuntar también a la estructura molecular, la cual cambia el patrón de cristalización, según si lloramos de tristeza, de alegria, de rabia o de miedo.
Escribía Carles Capdevila: “Después de llorar siempre me siento mucho mejor. Liberado. Nuevo. Llorar me parece un invento tan prodigioso como el reír, una válvula para desahogarnos inmejorable”.
En esta línea, compartimos contigo un video de extraordinaria.es:
Dolors Canal
Aidar psicologia
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